Un deporte cuyo origen pudo ser la caída de un prehistórico troglodita en una fosa llena de agua; y, para salir, no tuvo otra opción más que manotear y patalear hasta la orilla para sobrevivir.
Así, poco a poco se convirtió en una práctica común según las necesidades y gustos de las personas. Antiguos jeroglíficos egipcios ya muestran a la natación como parte de lo cotidiano. Según A. Hernández los navegantes fenicios y griegos se preparaban para que, en caso de naufragio, trasladaran nadando las mercancías a lugares seguros.
Sin embargo fue hasta el siglo XIX cuando se instituyó la primera sociedad de nadadores en Gran Bretaña. Ésto sirvió como detonador para la expansión a diferentes partes del planeta; hasta llegar a 1896 cuando se celebraron los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna, más un milenio después de las últimas competiciones en la antigua Grecia. En esos Juegos se incluyó la natación y se otorgó la primera medalla al griego Spiridon Chasapis. Durante la misma justa se destacó el húngaro Alfred Hajos quien ganó dos medallas de oro en los 100 y 1200 metros estilo libre. Mientras que en la rama femenil se premió con la primera medalla a Wilhelmina Wylie de Australia, en Estocolmo 1912.
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A partir de esas fechas, después de un siglo de emociones, gustos, disgustos, alegrías y decepciones, es indiscutible la relevancia que adquiere la competición cuando se lleva a cabo una carrera dentro del agua ya sea por entretenimiento, ejercicio, diversión o por una medalla.
Así se abre este espacio de periodismo deportivo, que pretende cubrir el ámbito más cercano a ustedes que ven, leen y escuchan. Recibimos cualquier recomendación, comentario, pregunta o sugerencia. Bienvenida, bienvenido
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